El trabajo en las unidades de agudos en salud mental es clave en la evolución posterior del trastorno

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Los pacientes con un trastorno mental suelen ingresar en unidades de agudos en los momentos de mayor gravedad de su patologías y, por ello, lo que se haga durante esa estancia “tendrá gran trascendencia en la evolución del trastorno y su seguimiento posterior”, según ha destacado José Martínez Raga, psiquiatra del Hospital Doctor Peset de Valencia.

Este experto ha participado en la I Jornada de Unidades de Hospitalización breve de psiquiatría, organizada con el apoyo de Otsuka-Lundbeck, donde diferentes expertos han destacado que el adecuado manejo de la fase aguda es también fundamental para la estabilización de la enfermedad.

Durante la jornada se ha debatido acerca la importancia de la coordinación de estas unidades con los Centros de Salud Mental, Hospitales de Día, y resto de dispositivos tanto de la red de salud mental, como de rehabilitación y de adicciones, así como con Atención Primaria, para prevenir el fenómeno de la puerta giratoria y casos de reagudizaciones y nuevos ingresos.

En ese sentido, el jefe de la Unidad de Hospitalización de Psiquiatría en el Hospital 12 de Octubre (Madrid), Roberto Rodríguez-Jiménez, reconoce que ingresar en una unidad de agudos “no puede considerarse de forma aislada sino como un proceso continuo en el abordaje del paciente”.

“Los equipos de agudos han de trabajar de manera coordinada con el resto de dispositivos para que el paciente viva su ingreso y posterior seguimiento en hospital de día o centro de salud mental como un proceso continuo de tratamiento, y no como procesos diferentes”, ha defendido.

Y a nivel farmacológico, el ingreso del paciente en una unidad de hospitalización breve significa con frecuencia su desestabilización clínica y, por tanto, es necesario reiniciar o replantear el tratamiento.

En el caso de la esquizofrenia o trastornos esquizoafectivos, que suponen el 60-70 por ciento de los ingresos en estas unidades, el índice de recaídas con tratamiento el primer año desciende a menos de 30 por ciento, mientras que si se interrumpe el tratamiento, supera el 60-70 por ciento el primer año y a cerca del 90 por ciento los dos primeros años.

Por eso es fundamental que el abordaje farmacológico y psicoterapéutico iniciado pruebe su efectividad y que posteriormente sea mantenido en régimen ambulatorio. Desarrollar una buena alianza terapéutica y facilitar la adherencia al tratamiento, son las bases fundamentales sobre las que se apoya la evolución posterior.

FUENTE: www.psiquiatria.com