Alertan de los efectos en la salud mental del consumo habitual de alimentos fritos

109

Un grupo de científicos ha investigado los efectos que tiene en la salud mental a largo plazo el consumo habitual de fritos. En concreto, la investigación, publicada en ‘Pnas‘, se adentra en los efectos de esta comida en las probabilidades de padecer ansiedad y depresión. Para llevar a cabo la investigación los científicos analizaron datos de casi 141.000 personas, extraídos del biobanco de Reino Unido, un depósito de datos genéticos e información sobre el estilo de vida de los ciudadanos.

Así, descubrieron que las personas que consumen de manera frecuente alimentos fritos, sobre todo patatas fritas, tienen un 12% más de probabilidades de sufrir ansiedad y un 7% más de padecer depresión. Esta vinculación suele ser mayor en el caso de los hombres y los más jóvenes. Según los investigadores, el elevado consumo de alimentos fritos y la exposición prolongada a la acrilamida podrían repercutir en la ansiedad y los síntomas de tipo depresivo a través de un proceso de neuroinflamación y modificación de la estructura lipídica de las membranas cerebrales.

La acrilamida es una sustancia química que, según informa la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en su web, «se forma de manera natural en los alimentos ricos en almidón durante la cocción a altas temperaturas (fritura, horneado y asado) y también durante el procesamiento industrial a temperaturas superiores a 120 grados con baja humedad». Es, en otras palabras, el proceso químico con el que se consigue que los alimentos tengan ese aspecto y sabor a ‘tostado’ que los hace más sabrosos. «Se forma sobre todo a partir de azúcares y aminoácidos presentes de forma natural en muchos alimentos», añaden.

¿QUÉ SIGNIFICA CONSUMO FRECUENTE?

«En el estudio mencionado se habla de consumo frecuente, es decir, diario», explica Stefano Erzegovesi, nutricionista y psiquiatra, experto en nutrición preventiva y trastornos alimentarios.En el desarrollo de la depresión y la ansiedad influyen una combinación de factores genéticos, biológicos, ambientales y psicológico.

Estos dos trastornos mentales son los más frecuentes, su prevalencia en el mundo ha aumentado en los últimos años un 27,6% y un 25,6% respectivamente. Sin embargo, la causa exacta sigue siendo desconocida. La hipótesis de que haya una relación entre la dieta y el riesgo a desarrollarlas colea desde hace tiempo: «Normalmente, cuando comemos, los alimentos se descomponen en nutrientes que luego son absorbidos por el torrente sanguíneo.

En algunos casos, sin embargo, después de una comida la respuesta fisiológica que se produce en el organismo conduce a un estado de inflamación y estrés postprandial. Esto puede ocurrir incluso en individuos sanos que siguen una dieta rica en carbohidratos refinados, grasas saturadas y alimentos procesados», afirma Carol Coricelli, investigadora del Departamento de Neurociencia y Nutrición del Instituto Alemán de Nutrición Humana de Postdam-Rebrüke.

«Cuando el cuerpo experimenta estrés postprandial e inflamación se desencadena una cascada de acontecimientos que pueden llevar a la producción de sustancias proinflamatorias llamadas citoquinas. Para mitigarlo, recomendamos seguir una dieta equilibrada que incluya alimentos integrales y evite los ricos en carbohidratos refinados y grasas poco saludables, así como practicar deporte», añade.

POR QUÉ NOS GUSTAN LOS FRITOS

Un grupo de investigadores de la Universidad de Carolina del Sur ha desarrollado el Índice de Inflamación Dietética (IID), que «se calcula a partir de 45 nutrientes y componentes alimentarios para evaluar el impacto potencial de una dieta en el estado de inflamación», explica Coricelli. Una puntuación alta indica un potencial proinflamatorio de la dieta y una puntuación baja, lo contrario, su potencial antiinflamatorio.

«Varios estudios han investigado la relación entre la DII y la salud mental de las personas y algunos sugieren una relación entre una dieta altamente inflamatoria y el riesgo de desarrollar síntomas depresivos», recalca. Pero los alimentos fritos son sabrosos y crujientes, su textura, sabor y sonido en la boca crean una «explosión multisensorial de placer», añade esta experta. Por tanto, nuestro cerebro ya produce una respuesta de placer por adelantado sólo ante la mera idea de poder degustar uno de estos platos. «Esto desencadena un círculo vicioso por el que uno siempre querrá más, a pesar de ser consciente de que no es saludable», revela.

FUENTE: https://psiquiatria.com