Dra. Marta Zubia Martín
El trastorno bipolar en la infancia existe, pero es particularmente difícil de diagnosticar, entre otros razones los síntomas bipolares clásicos son poco comunes. Además, el trastorno bipolar a menudo comienza de forma insidiosa, con pequeñas oscilaciones en el estado de ánimo, principalmente depresivas. Varios años antes (entre 9 y 12) de que el trastorno se desarrolle por completo, aparecen alteraciones conductuales y del estado de ánimo. Por otro lado, la irritabilidad crónica y/o la desregulación emocional deben ser evaluadas para descartar un trastorno bipolar, si bien la irritabilidad es un síntoma inespecífico, y muchos niños encajan en otros diagnósticos.
En la práctica diaria observamos cómo los adultos presentan fases diferenciadas de manía/depresión, en cambio, los niños pueden presentar síntomas de ambos polos simultáneamente o en el mismo día. Ello hace que, en muchas ocasiones, estos últimos reciban diagnóstico de TB-II o ciclotimia.
Educación: según diversos estudios, hasta el 24% de los niños con TB repite un curso escolar y un 13% tiene problemas de aprendizaje. Casi la mitad (43%) van a precisar de atención especializada y/o clases particulares. Además, se ha visto que existe un menor rendimiento en el trastorno bipolar, en comparación con el trastorno depresivo mayor o distimia.
Tras el inicio del trastorno, el rendimiento del niño disminuye drásticamente, apareciendo dificultades importantes en matemáticas y habilidades visuo-espaciales, y sólo el 38% finaliza la educación secundaria. Aunque si bien los pacientes con trastorno bipolar presentan mejor rendimiento en áreas verbales, van a tener un peor nivel atencional. Estudios retrospectivos muestran, que existe un mayor retraso en la adquisición del lenguaje y a nivel motor, en comparación con adolescentes diagnosticados de depresión unipolar.
Las dificultades escolares pueden ser un signo de trastorno mental emergente, o no reconocido, ya que la disminución de la atención, el absentismo escolar… se ha relacionado con trastorno mental grave. Además, padecer dos o más trastornos comórbidos está asociado con la terminación de los estudios antes de la universidad.
Social: en el trastorno bipolar, existen dificultades sociales, las cuales se observan sobre todo a la hora de hacer amistades. Se debería de poder ayudar al niño/a en el desarrollo de habilidades sociales ya que estos pueden malinterpretar bromas, ser tímidos, ser víctimas de acoso escolar… así como poder prepararle para eventos estresantes: identificar acontecimientos gatillo que pueden conllevar episodios estresantes y pérdida de control (por ejemplo: la posibilidad de preparar una sala de relajación a la que él pueda acudir antes de ponerse nervioso…). Se considera de gran importancia realizar un buen diagnóstico diferencial entre síntomas de Trastorno por déficit de atención e hiperactividad/Trastorno Negativista Desafiante/Trastorno Conductual frente a Trastorno Bipolar. Pero también con el consumo de sustancias, y los trastornos del aprendizaje.
Para poder lograr objetivos terapéuticos, educativos y sociales, es fundamental construir un buen equipo, siendo importante la labor de coordinación con otros profesionales involucrados en el proceso del niño. Se debería de priorizar un plan educativo individualizado: asistencia, estabilidad emocional, adquisición de conocimientos, relaciones sociales, así como proporcionar un ambiente de clase adecuado: rutinas estructuradas, disciplina, modificar los tiempos de clases y el contenido de las mismas, considerando incluso alternativas a las clases regulares (atención en domicilio…).
Como conclusión, hacer hincapié en un mayor énfasis en la coordinación terapéutico-educativo, contribuye a un mejor futuro del niño. Sin tratamiento, el trastorno bipolar en niños, tiene una alta morbilidad y un curso prolongado de enfermedad, con elevada tasa de recurrencias y consecuencias legales, múltiples hospitalizaciones y tasas elevadas de abuso de sustancias y suicidio.
FUENTE: https://bak.campussanofi.es