La angustia constante de convivir con un TOC: «Pienso que si no coloco los pantalones así en casa, me van a despedir del trabajo»

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Se estima que entre el dos y tres por ciento de la población padece un trastorno obsesivo-compulsivo, según la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental

Sufrimiento. Angustia. Estrés. Miedo. Estas son algunas de las sensaciones que Antonio Galán (47 años) soporta en su día a día. Convive con ellas desde hace décadas. Al principio no sabía qué es lo que le pasaba. No le ponía nombre a los pensamientos, todos ellos intrusivos, que se agolpaban en su cabeza de manera constante. Ideas, obsesiones, que le llevaban a realizar una serie de rituales, de compulsiones, para calmar su mente. Tras pasar por varios psicólogos, tras años de preguntas sin respuesta, un día llegó el diagnóstico. Lo que Antonio padece es un trastorno obsesivo-compulsivo, un TOC.

El trastorno, en su caso, comenzó cuando era un niño. «Fue con unos 10 ó 11 años. Me acuerdo que cuando tenía exámenes en el colegio me ponía a contar mentalmente muchas veces. Además, me levantaba a las 3:00 de la madrugada porque tenía la sensación de que se me había olvidado lo que había estudiado». Con la adolescencia todo se magnificó. Los pensamientos se intensificaron. Aparecían con más frecuencia, al igual que las compulsiones. A una idea que le generaba malestar, le seguía un acto para paliar una posible consecuencia. Un temor que solo estaba en su mente. La raíz de las obsesiones de Antonio están en el orden, uno de los TOC más habituales.

«A lo mejor te pones a colocar cualquier cosa y si no lo haces de una determinada manera piensas que va a pasar algo malo, que puede ser cualquier cosa. Puedes pensar ‘si no coloco los pantalones de esta manera, mañana cuando vaya al trabajo me van a despedir’. Está muy relacionado con el miedo que tengas». Son ideas que se agolpan en su cabeza sin un orden. Surgen mientras cocina, camina o está en mitad de una conversación con amigos. Sin control. Esto genera a la persona «mucho sufrimiento interno», según Guillermo Lahera, jefe de la sección de Psiquiatría en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid) y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).

Lahera explica que las obsesiones que sufre una persona con TOC «son ideas repetitivas, recurrentes y que el paciente trata de quitarse de la cabeza, pero no puede». Muchas veces es consciente de que «no tienen sentido», pero, aun así, «le generan mucho malestar, mucha ansiedad». Y la manera que tienen de reducir este sufrimiento se presenta en forma de compulsiones. «Son actos motores, como lavarse las manos o hacer movimientos con los dedos. Pero también pueden ser mentales, como contar cosas o repetir una misma palabra».

«Más invalidante de lo que parece»

Existen muchos tipos de TOC. Los más conocidos son los relacionados con el orden, la limpieza o la comprobación, pero hay más. Algunas veces se padece más de uno y pueden ser tan graves que en ciertos casos trastocan por completo la rutina de quien lo sufre. «Es una enfermedad más invalidante de lo que parece. Afecta al rendimiento laboral, al familiar», remarca Lahera. Se estima que de media cada persona dedica una hora de su día a estos pensamientos intrusivos. «Llegan a la cama completamente agotados. A lo mejor están hablando con alguien y en paralelo a la conversación están contando el número de palabras que están diciendo. O están preocupados por si el interlocutor nació un día par o impar, es decir, ideas que ellos saben que son absurdas, pero que no se las pueden quitar de la cabeza», puntualiza el psiquiatra.

A Antonio el trastorno le causa sufrimiento, mucha pérdida de tiempo y también le afecta a la hora de labrar vínculos con otras personas. «Me fijo demasiado en los detalles. Estoy calibrando todo el rato si la amistad es verdadera, si las relaciones son buenas, etc. Lo llaman TOC de amores a eso. […] Conversaciones normales entre dos personas que no tienen mayor importancia y me quedo dándole vueltas». A él, no obstante, no ha llegado a incapacitarle, como sí le ocurre a otras personas.

Este madrileño preside, desde hace una década, la Asociación TOC Madrid. Por allí han pasado muchos pacientes, algunos de ellos con consecuencias graves. «He visto a gente que estaba al borde del abismo prácticamente. Gente que estaba de baja en el trabajo». Otros directamente evitan hacer aquello que saben que le va a causar la obsesión. Si su TOC está relacionado con la contaminación o la limpieza, prefieren no salir a la calle para no exponerse a su temor. «En la asociación, hemos visto casos de gente que los tenían que traer hasta aquí para que pudieran asistir. Se les veía que estaban totalmente anulados».

Una enfermedad infradiagnosticada

En España se calcula que entre el 2 y 3% de la población padece algún tipo de TOC, según estudios consultados por la SEPSM. Lahera sostiene que «hay pocas enfermedades en psiquiatría que tengan una prevalencia, una frecuencia tan alta». Por ejemplo, el trastorno bipolar se sitúa en torno al 2% y la esquizofrenia sobre el 1%. A esto se suma que es un trastorno altamente infradiagnosticado.

Comienza generalmente a manifestarse a edades tempranas y muchos pacientes no saben explicar lo que les sucede. La vergüenza también es un obstáculo para su diagnóstico. La mayoría de personas no quieren hablar de la enfermedad, temen que le afecte a su trabajo o a sus relaciones personales. Tampoco ayuda la banalización que se hace, en ciertas ocasiones, del trastorno. Sienten que una parte de la sociedad se toma con humor su problema. «Cuando dicen ‘me da TOC’ o incluso que es glamuroso. Esto a lo mejor es una exageración o una comparación poco afortunada, pero no me imagino a alguien haciendo una broma sobre una persona con cáncer o esquizofrenia».

La terapia, clave para convivir con el TOC

Una vez identificada la enfermedad, el tratamiento es esencial para mitigar los síntomas. Con terapia y farmacología, Lahera asegura que «la mayoría de TOC leves realmente mejoran y muchas veces remiten». No es así con todos. «Luego hay como un 10-15% que son más resistentes». Con ellos se tiene que «subir el escalón terapéutico». Entre las técnicas experimentales se encuentra la cirugía o la estimulación magnética. Recientes estudios demuestran que la estimulación cerebral profunda puede reducir a la mitad los síntomas del trastorno obsesivo-compulsivo grave.

El tratamiento se ha convertido en una tabla de salvación para Antonio. «He hecho muchas horas de terapia. Más o menos lo controlo, pero es bastante incómodo». También necesita farmacología en algunas épocas del año. «Esto va por picos realmente. Por ejemplo, en primavera y otoño siempre estamos un poco más revueltos». Ni a él ni al resto de miembros de la asociación les gusta hablar de curarse. «Esto es como quien tiene diabetes, son enfermedades crónicas. Me gusta más decir que lo manejo, que está controlado, que no me invalida, pero no creo que sea una cosa que se cure».

Además de acudir a los profesionales adecuados, Antonio tiene claro que la comunicación, sin tabúes, con las personas de su entorno es fundamental para sobrellevar este tipo de trastornos. El apoyo mutuo entre personas que están pasando por lo mismo también ayuda. Por eso, tanto expertos como pacientes recomiendan las asociaciones. «La gente cuando viene aquí se siente muy rara, solos, diferentes. Entonces, cuando ven a un grupo que les pasa lo mismo, que se entienden entre ellos, les alivia bastante».

A pesar de las trabas y piedras que este trastorno le pone en el camino, Antonio lanza un mensaje de esperanza para todas las personas que sufran un TOC: «Se puede llevar una vida normal». Se puede. Él lleva esas dos palabras marcadas a tinta en su antebrazo izquierdo. Es su propio mantra, algo que se repite cada segundo, cada minuto del día. Un tatuaje que le empuja, que le recuerda que hay una salida. «Me lo hice por una frase que escuché a una persona que llevaba muy controlado el TOC. Se me quedó grabada y me lo tatué. Se puede, se puede salir de esto».

FUENTE: https://cadenaser.com