No es cosa de edad, sino de la mente

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No es cosa de edad, sino de la menteAnte las conductas desafiantes que normalmente se presentan en la adolescencia, los padres no detectan a tiempo graves problemas mentales en sus hijos

Inteligente y muy estudioso. Estas características hacían que “Samy” sobresaliera entre sus hermanos y primos. Sin embargo, hace un año atrás, a la edad de 18 años, empezó a mostrar un comportamiento agresivo e inusual que hoy tiene a su familia en vilo ante el posible diagnóstico de que padece de esquizofrenia.

“Pensábamos que su rebeldía, consumo de alcohol y agresividad era algo normal de la edad”, dice Alice, quien prefirió mantener su apellido en el anonimato; como el de su ahijado, quien por circunstancias de la vida vive con ella temporalmente. “Pero han sido tantos los actos de agresividad que ha efectuado en los últimos 12 meses, que nos preocupamos y buscamos ayuda para ver qué estaba pasando con él, pues dejó los estudios”.

Después de haber pasado por varios programas de ayuda e intervención, hoy Samy se encuentra en un centro de evaluación mental de Los Ángeles con una alta probabilidad de ser declarado esquizofrénico.

La experiencia que está viviendo esta familia, originaria de Los Ángeles y de raíces mexicanas, no es un caso aislado.

“Uno de cada cinco adolescentes desarrolla un trastorno grave de salud mental. La mayoría con un inicio antes de los 15 años. Pero, en muchos casos, no reciben tratamiento hasta años más tarde”, dice el Dr. Aaron Krasner, psiquiatra de adolescentes y jefe del Servicio de Vida Durante la Transición,  del Hospital Silver Hill en New Canaan, Connecticut.

La causa de este problema: los cambios en el estado de ánimo y otras conductas desafiantes, normales en los adolescentes, pueden hacer que los padres no detecten los problemas mentales —como la depresión, la ansiedad y otras afecciones de la conducta— que padecen sus hijos; así como enfermedades más complicadas como la esquizofrenia (en sus variados tipos) o el trastorno bipolar.

Las afecciones más comunes

Cifras de la Alianza Nacional de las Enfermedades Mentales (NAMI) muestran que aproximadamente 1 de cada 5 niños y adolescentes, entre las edades de 13 y 18 años, padece de un trastorno emocional.  El 8% de esta población sufre de ansiedad, el 10 % tiene un trastorno de conducta y el 11% padece de un trastorno del estado de ánimo.

“La adolescencia es una de las etapas más difíciles en la vida de un ser humano”, señala el Dr. Luis Sandoval, psiquiatra de Kaiser Permanente y miembro de la junta directiva de (NAMI) en el Condado de Orange. “Es un periodo de cambios físicos y de desarrollo intelectual, social y emocional, del cual se debe estar muy atento”.

“Al mismo tiempo, los adolescentes se enfrentan con otras presiones externas, como la aceptación de los amigos, los padres y otros adultos, o de actividades como deportes o trabajos de medio tiempo.  También enfrentan la auto-aceptación y la auto-exploración”, agrega el galeno.  “Y aunque hay quienes sobrellevan la adolescencia sin problema alguno, para muchos resulta ser agobiante y se les puede presentar afecciones mentales que los padres deben detectar a tiempo”.

Intervención

“Los problemas de salud mental pueden tener un efecto devastador sobre la familia y es esencial que todos los integrantes de ésta participen en su solución”, enfatiza el Dr. Krasner.

Para afrontar el problema, el Dr. Sandoval señala que los padres tienen que hablar abiertamente entre ellos mismos y con su hijo sobre los comportamientos (o síntomas) que esté experimentado y tratar de escuchar al menor sobre lo que piensa de sus actos y entender cómo le están afectan en su vida diaria.

Es así que, para una pronta intervención, se recomienda:

  • Escuchar a los hijos. Prestar atención cuando ellos hablan permitirá el diálogo entre las dos partes
  • Elogiarlos. No sólo por el trabajo bien hecho, sino también por el esfuerzo
  • Demostrar amor y afecto
  • Tratarlos con respeto
  • Ser paciente y positivo mientras el hijo se somete al tratamiento y  se encuentran nuevas formas de lidiar con el problema
  • Nunca comparar al hijo con otros
  •  Ser consistente. La alianza entre los padres es fundamental al momento de establecer reglas
  • Buscar ayuda. Si sospecha que su hijo tiene un trastorno emocional, solicite ayuda profesional.

“El recibir ayuda tempranamente es esencial para la salud del paciente.  No solo aumenta las probabilidades de una recuperación exitosa, sino que también le permite tener una mejor calidad de vida”, resalta el Dr. Sandoval.

Y como para muchos padres resulta difícil, en primera instancia, tener acceso a un profesional de la salud mental que ayuda al hijo con la afección mental que se sospecha padece, el Dr. Krasner expone el primer paso a tomar: “preguntarle al pediatra del menor cómo pueden obtener una remisión a un psicólogo o psiquiatra infantil”.

Las señales

De acuerdo con el Dr. Luis Sandoval, estas son las señales de alerta más comunes:

  • Cambios drásticos en el comportamiento, tiene arrebatos frecuentes de ira o agresión
  • Cambios drásticos en el peso, de repente sube o baja
  • Un bajón significativo en sus calificaciones o quejas de que el joven está ausente
  • Problemas de concentración y sentimientos continuos de tristeza
  • Hacer comentarios negativos de sí mismo o de los demás
  • Tener falta de motivación y padecer de fatiga, pérdida de energía o falta de interés en las actividades que antes le gustaban
  • Estar “ausente” o “ido” cuando uno le habla
  • Tener una autoestima baja e incapacidad para hacer frente a los problemas y las actividades diarias
  • Pesadillas persistentes y dificultad para dormir
  • Nuevos amigos de repente y abuso de alcohol o drogas
  • Amenazas de autolesión y de escapar de casa
  • Amenazas de ejecutar acciones que dañan a los demás.

FUENTE: www.laopinion.com