Es cierto que el trabajo, lugar donde pasamos de forma continuada gran parte de nuestro día, puede ser fuente de enfermedad ocupacional y está en el origen del deterioro de la salud mental derivado del trabajo.
Si analizamos la incapacidad, claro indicador de la salud laboral, por problemas de salud mental vemos como en la incapacidad temporal, estas bajas por problemas de salud mental tienen una gran repercusión, tanto en incidencia, duración y prevalencia.
Si analizamos la incapacidad laboral permanente por los trastornos mentales menores tanto como diagnóstico principal o acompañando a otros diagnósticos como los trastornos musculoesqueléticos, procesos graves, cronificados o con dolor crónico tienen cada día una más alta incidencia.
En cuanto a los riesgos laborales, así como otros riesgos del trabajo están mejor controlados, los riesgos psicosociales por la modernización de los trabajos han experimentado una gran incidencia como causantes de trastornos en salud mental, bien fuera por efecto negativo de sistemas productivos dañinos, mal diseño del trabajo, mala organización, mala dirección, tareas inadecuadas, altas exigencias o entorno sociolaboral conflictivo.
La OMS y la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud reconocen los riesgos psicosociales como una clara amenaza para el bienestar psicológico y físico del trabajador.
Siendo una clara amenaza en salud laboral, nada mejor que prevenir y que invertir en prevención, pues más allá de los deberes obligados el retorno de la inversión en prevención en salud mental (ROI) es indudablemente alto, por los altos niveles que consigue de mejora en productividad, y de manera rápida. Nada mejor para mejorar la productividad que un buen clima, una buena organización y trabajadores motivados.
Pero si hablamos del cuidado de la salud mental, debiéramos partir de que el mejor cuidado comienza por uno mismo” el autocuidado”.
También es cierto que lo emocional (el estado emocional negativo) del trabajador incluye lo inherente al trabajo y lo extralaboral; y lo emocional negativo, independientemente de su causa o relación causal laboral o no, se lleva al trabajo y se lleva fuera del trabajo, como si portáramos una mochila con esta pesada carga. De forma que los riesgos psicosociales en el trabajo se mezclan en sus consecuencias en salud mental con los factores psicosociales ajenos al trabajo como determinantes de la salud laboral.
Retomando la autorresponsabilidad en el cuidado de la salud mental, tenemos que ser conscientes que cualquier actividad preventiva laboral o programa de ayuda al empleado implantada por la empresa están condenadas al fracaso sin la conciencia de autocuidado del trabajador en salud mental, tanto en el trabajo como fuera de él.
El autocuidado en salud mental es una responsabilidad personal y la mejor manera de que los problemas no se conviertan en enfermedad y minimicemos los riesgos a los que no vemos sometidos por el entorno y sus circunstancias.
Al factor empresa, y al factor trabajo en el deterioro de la salud mental, como causa de trastorno o “enfermar” se añade de forma indisoluble como “vivimos”.
Habitamos una sociedad enferma o poco saludable con culto desmedido a la imagen, que envidia el éxito fácil, que busca más el reconocimiento que el conocimiento, donde la hiperconexión invade de la mañana a la noche, un mundo virtual artificial al que se dedica demasiado tiempo. Viviendo una vida hiperactiva y apresurada que pretende tener todo y de forma instantánea. Si a ello añadimos un sistema productivo con excesiva exigencia, que fomenta la dedicación plena al trabajo, la competitividad salvaje y con cada vez menos salario emocional, y la incertidumbre económica, la sociopolítica, y la convulsión internacional, desde luego vivimos lejos del concepto de salud “el completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad”.
Y para finalizar una reflexión sobre algunas contradicciones en el vivir, al fin y al cabo, seres humanos con nuestras fortalezas y debilidades, pero conscientes que hay cosas que debemos cambiar.
Exigimos la desconexión digital con el trabajo, pero permanecemos hiperconectados desde la mañana a la noche, enganchados a las pantallas, y perdiendo horas y horas en un “scroll” continuo (desplazarnos de un tema a otro, de una aplicación a otra, de una cosa a otra).
Pero también nuestra forma de actuar nos lleva, aunque sin llamadas de la empresa, sin correos de empresa, sin asignación de tareas o sin llevarnos trabajo a casa, a seguir pensando en el trabajo y no desconectamos. Esto guarda relación con no saber vivir el presente y arrastrar pensamientos automáticos sin control, con una mente discursiva o con pensamientos tóxicos.
Criticamos los sistemas productivos exigentes, pero vivimos exigiéndonos la máxima productividad de nuestro tiempo, nuestras acciones, obsesionados por la optimización de nuestro quehacer.
Nos quejamos del estrés en el trabajo, pero vivimos de forma estresante, con una prisa imparable, con querer la inmediatez de todo y en todo, el “café instantáneo” para cualquier problema, para cualquier acción, y así mismo ansiosos de información disponemos de demasiada información, pero sólo devoramos titulares.
Exigimos entornos saludables, no conflictivos, y pacíficos en el trabajo, pero vivimos alejados de la paz mental, en permanente conflicto con nosotros mismos y nuestras circunstancias.
Nos quejamos de los tóxicos en el trabajo, pero normalizamos el uso de ansiolíticos o hipnóticos o de otros tóxicos socialmente reconocidos.
Y todo ello hace de nuestro vivir cotidiano, algo harto complicado y extremadamente difícil.
Así que, en salud mental en el trabajo, hay una indudable responsabilidad empresarial en la vigilancia, cuidado y promoción de la salud mental, y también hay autorresponsabilidad del trabajador en el autocuidado de la salud mental.
FUENTE: https://www.laboral-life.es