Trastorno Bipolar: del blanco al negro en un mundo gris

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Trastorno-Afectivo-Bipolar_LPRIMA20160329_0151_34La noche estrellada es una pintura que captura la atención a primera vista. Su cielo arremolinado, en tonos azules, acompañado por fulgores y pinceladas que le dan movimiento a un paisaje, es casi hipnotizador.

Este cuadro pintado en 1889 descansa en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, Estados Unidos, pero su nacimiento no fue en un lugar tan ostentoso. Su padre, el pintor Vincent Van Gogh (1853-1890), estaba recluido voluntariamente en el sanatorio Saint-Rémy cuando lo creó.

Por entonces, el pionero del movimiento postimpresionismo padecía de severos episodios de depresión, contrastados por largos momentos de productividad. Van Gogh era bipolar.

Por eso hoy 30 de marzo, recordando su natalicio, se conmemora el Día Internacional del Trastorno Afectivo Bipolar, un padecimiento que se caracteriza por marcados períodos de depresión o bien de euforia, sin necesarios detonantes exteriores.

Además de Van Gogh, otros artistas como Virgina Wolf, Ernest Hemingway, Silvia Plath y Wolfgang Amadeus Mozart padecieron este mal, que es causante de un desgaste emocional mental y de las relaciones interpersonales, que lleva a las personas que lo sufren de tocar el cielo a visitar el infierno.

EL ASCENSO

El trastorno afectivo bipolar se puede manifestar en cualquier etapa de la vida, aunque es más común que los primeros síntomas se presenten durante la adolescencia.

Tampoco son relevantes las creencias, la etnia, el sexo o la nacionalidad del paciente, indican los consultados.

Se trata de un mal que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud lo padecen 60 millones de personas alrededor del mundo.

El día del bipolar empieza igual como el de los demás, pero a medida que pasa el tiempo su ánimo puede ir marcando la diferencia.

Cada vez está más alegre, habla mucho y posee un marcado positivismo, una realidad que, sin motivo, irá cambiando.

Para el mediodía su verborrea se habrá incrementado, tendrá mayor claridad de pensamientos y caminará bajo el ritmo de un sonido que celebra su vida y que solo resuena en su cabeza.

Esta fase está caracterizada por una euforia exagerada y conducta impulsiva. Es probable que lo sepa, pero le gusta disfrutar de ese momento. También puede ser consciente de que puede cometer imprudencias y hacer gastos innecesarios, pero goza de mucha energía, duerme poco y su productividad puede ser notable porque sus ideas llegan como epifanías.

“En caso de euforia marcada, la persona debe ser evaluada por su médico tratante o un especialista, que determinará el reajuste de sus medicamentos, o de ser necesaria, una hospitalización”, señala la médico psiquiatra Juana Herrera.

Al increíble bienestar que experimenta se le unen en su mente la presencia de colores brillantes y sonidos fuertes.

A medida que el estado de euforia aumenta, le costará concentrarse, se comportará de forma cada vez más impulsiva, y es probable que sus palabras carezcan de racionalidad.

“Se perciben a sí mismos con extraordinarias capacidades, lo que manifiesta una pérdida de conexión con la realidad”, señala la psicóloga mexicana Georgina Romo en su libro Trastorno Bipolar, y agrega que luego “en algunos casos se presentan alucinaciones y el autoaprecio excesivo se transforma en desprecio, ira, irritabilidad o agresividad”.

Es en esa etapa cuando puede discutir con sus familiares y amigos. A lo mejor destruirá lo que tan fácil le había tomado construir, y entonces caerá, en picada, al abismo.

UN DESCENSO

El descenso no es directo. Existe un punto donde vuelve a tener dominio de sus emociones, y por ende, de su propio ser. Ahora es capaz de entender la magnitud de sus actos, las consecuencias de su descontrol y cómo afectó a los demás.

Está en el punto donde buscar ayuda profesional no le es tan descabellado, pero quizás no lo hace.

Para la médico psiquiatra Juana Herrera, del consultorio América, el tomar medicamentos e ir a controles periódicos es una tarea de tomar conciencia por parte del paciente.

Herrera comenta que existen múltiples opciones para el manejo de este trastorno, como el Instituto de Salud Mental y los centros de salud de atención primaria, que cuentan con equipos de salud mental. También están los hospitales generales, donde hay salas con un número de camas para pacientes de psiquiatría. Además de los servicios de la Caja de Seguro Social como hospitalización, tratamiento y seguimiento de las terapias, añade.

“Los medicamentos ayudan para estabilizar los síntomas y permiten que se lleve una vida relativamente normal. Además, evitan recaídas o crisis que pueden llevarlos a una hospitalización”, enfatiza Herrera.

La persona siente que las medicinas duermen una parte de quien es. Tiene miedo a perder su personalidad, a convertirse en un ser sin voluntad, aunque la enfermedad ya los esté consumiendo, indica Herrera.

LA CAÍDA

Juana Herrera resalta que en primera instancia el paciente puede caer en la fase de negación, que él no tiene un trastorno mental y su proceder guarda relación con el posible estigma y rechazo que esto pueda ocasionar.

Efraín, quien pide mantener su anonimato, es bipolar. Conoce ese rechazo y siente que los demás toman su enfermedad en tono de burla.

Describe la presencia bipolar como un pequeño toque que recibe. Lo siente. Sabe lo que significa, pero aunque suene extraño, piensa que necesita esa sensación tóxica para seguir vivo.

La sensación que experimenta puede describirse como el riesgo que se corre cuando se quiere acariciar una flama, pero no se da cuenta cuando esta toca su ropa hasta que se encuentra en llamas.

Los demás lo notan con mayor facilidad que Efraín. Es su rostro caído, la mirada perdida, la ausencia de brillo en los ojos, el silencio que lo abruma. Son las señales de que algo anda mal.

Primero es la culpa. Se siente responsable de lo que le pasa. Por carecer de ánimos para participar en las actividades que antes disfrutaba, o ser incapaz de expresarse como antes.

Pero en ese punto aún hay algo de magia. Cuando su alrededor pierde color, logra ver, entender y sentir todo aquello que antes se ocultaba. Sabe lo que significa sentirse derrotado, solo y cayendo.

“La depresión puede clasificarse en leve, moderada o severa”, enumera la doctora Herrera. “Habitualmente las dos primeras pueden manejarse ambulatoriamente con psicoterapias y medicamento, pero la depresión severa hay que valorar sus síntomas y el pensamiento de la persona y si hay alteraciones en su conducta que pueden poner en riesgo su vida, habría entonces que decidir hospitalización”, agrega.

La caída continúa. Se enfrenta a dolores que, a lo mejor, los demás sabrán reconocer de inmediato y conocerán la manera de enfrentar, pero el depresivo sentirá con más intensidad una despedida, el fin de una relación o el abandono.

El mundo comienza a desmoronarse y gente como Efraín no tiene fuerzas para correr. Podría estar en lo alto de un edificio, en la bañera sosteniendo un cuchillo o en la cama con varios frascos de pastillas. Aunque lo mismo daría si estuviera en una fiesta, en la cima del Himalaya o en una conversación con Dios. Quiere morir. No porque sea la tristeza el motivo central, sino porque su dolor es intolerable para él y necesita que pare.

Su día ha sido largo. No tiene fuerzas, esperanzas o voluntad. Está a punto de rendirse y comprobar si después de esta vida se encuentra la paz.

“Cuando una persona que sufre de trastorno afectivo bipolar está en esta fase depresiva severa, es importante que sea evaluada por un médico para determinar si hay ideación suicida y el grado de esta para determinar la conducta a seguir”, aclara Herrera. “Es importante que no se pase por alto las expresiones de ‘Quiero irme lejos y desparecer’, o ‘no merezco que se preocupen por mí’, ‘no quiero molestar’. Ninguna frase de estas o parecidas debe tomarse a la ligera. En el fondo puede ser una señal de estar pidiendo ayuda”, concreta.

La Organización Panamericana de la Salud estima que alrededor del mundo un millón de personas mueren a causa del suicidio y en las Américas cerca de 63 mil.

Pero al final Efraín no cae en el suicidio. No por cobardía, sino por la empatía de saber que su partida traerá dolor a los que le estiman. Es entonces cuando cierra los ojos, respira hondo y se da otra oportunidad.

CONSEJOS PARA FAMILIARES Y AMIGOS

La Dra. psiquiatra Vanessa Flores De Velásquez comenta que cuidar a una persona con trastorno afectivo bipolar o estar cerca puede ser una verdadera montaña rusa y todo un reto.

En el caso de la euforia, esta se caracteriza por una sensación de extrema felicidad y plenitud, que generalmente se acompaña de un optimismo exagerado, despreocupación por los problemas cotidianos, tendencia a los chistes y bromas que resultan poco pertinentes.
Es importante reconocer en estos momentos de euforia que se necesita ayuda, acudir al médico y ver si está tomando los medicamentos de forma adecuada o si algo esta pasando que está en una crisis, pero más importante aún es darse cuenta de señales de alertas antes de, como la falta de sueño, comienza a estar más activo, más irritable y ansioso.

Por su parte, el episodio de depresión es muy estresante para los familiares ya que entran en profunda tristeza, desgano total y apatía sumado a intensos deseos de muerte. En estos casos Flores, recomienda:

  • Evitar la sobreprotección: Es importante no sobreproteger a la persona afectada a reconocer los síntomas. Es frecuente que sea algún familiar o allegado el primero en reconocer algún síntoma temprano de recaída.
  • Sea una fuente de información: tenga en cuenta que puede ser una invalorable fuente de información para los profesionales ya que, mientras estos evalúan al paciente esporádicamente, usted convive con él.  Un requisito imprescindible para optimizar este aporte, es que conozcan las características de la enfermedad y su tratamiento. Infórmese con detalle, solicite bibliografía y datos. Usted tiene la obligación y el derecho a conocer sobre el trastorno bipolar.
  • Si usted considera necesario entrevistarse con el médico tratante, no dude en hacerlo, charlando previamente esto con su familiar o allegado afectado.
  • Evite la crítica: muchas veces los familiares y allegados tienden a ser muy críticos con las personas con este trastorno porque consideran que algunos síntomas son “a propósito” , o porque no creen que estén haciendo lo suficiente.

FUENTE: www.prensa.com